¿Qué es un semáforo emocional? Todos deberíamos llevar uno incorporado. De hecho, todos lo tenemos (perros, humanos y hasta hormigas). Cuando experimentamos emociones estas pueden surgir con mayor o menor intensidad y este nivel nos afecta en nuestro comportamiento y capacidades. El semáforo es ese nivel de intensidad, pero además, si somos conscientes de ella podremos ayudar a nuestros perros (regulándonos nosotros mismos) y ayudándoles a regular las suyas o al menos dándoles la oportunidad de hacerlo.

NO EXIGIRLE COSAS QUE NO PUEDE REALIZAR

Esta es una premisa fundamental para mí. La educación canina parte de una base de respeto bidireccional. De una normas comunes que han sido consensuadas. Pero creo que me estoy yendo por las ramas (para no variar) y realmente a donde quiero llegar es a cómo afectan las emociones en el día a día a nuestros perros.

Constantemente experimentamos emociones. Ahora estás experimentando una o varias en mayor o menor grado y tu perro también. Estas afectan a nuestra conducta, configurándola muchas veces de forma inconsciente. En ocasiones tomamos decisiones guiados por nuestra intuición, que es una mezcla de emociones, valores y aptitudes. Sin embargo, en ocasiones las emociones nos impiden realizar algunas tareas: cuando estamos tristes es posible que estemos desmotivados y sin ganas de aprender cosas nuevas. Por otro lado, aunque estemos alegres y motivados si estamos demasiado exaltados no podremos adquirir bien esos conocimientos y aprendizajes.

Una parte fundamental a tener en cuenta para la convivencia con nuestros perros y su educación es la ACTIVACIÓN EMOCIONAL.

Cuando queremos comunicarnos con nuestro perro y pedirle o enseñarle algo debemos comprobar que su ventana atencional está abierta. Es decir, que tiene capacidad para prestarnos atención (está motivado por la actividad, aunque su activación emocional no es ni muy alta ni demasiado baja). De lo contrario no recibirá la información que emitimos.

Uno de los factores que afectan a la ventana emocional es la activación emocional o el 𝒂𝒓𝒐𝒖𝒔𝒂𝒍. Intenta imaginarte en un aula, se supone que debes prestar atención a lo que el profesor diga, pero la noche anterior has dormido poquísimo y estás luchando por mantener los ojos abiertos. En este momento tu capacidad atencional es mínima ya que tu nivel de activación es demasiado bajo.

Ahora imagínate de nuevo en ese lugar, pero sabes que en cuanto acabe la clase te irás de viaje de fin de curso a Disneyland Paris. Seguramente estés excitad@ y te cueste centrar tu foco de atención en lo que el profesor dice.

Pues lo mismo nos ocurre con nuestro peludo. Quizá alguna vez hayas visto algún “arrebato de energía” en él, que se pone a correr echando el culo y la cola hacia el suelo y a una gran velocidad constante. En el último post de @lobo.aureo entenderás por qué su ventana atencional está muy cerrada y no te escuchará en ese momento.

Puede ocurrir también con cualquier otro pico emocional: un perro que tiene mucho miedo, que está muy tenso o que tiene demasiadas ganas de jugar (esto último le ocurre frecuentemente a los cachorros).

Dependiendo de la emoción y de la situación deberemos tratar de infundirle calma, sacarle de la situación, dejar que sea él quien gestione ese pico y vuelva a un arousal medio…

Las bases de este “semáforo emocional” ya han sido ampliamente estudiadas. En 1908 se enunció la ley de Yerkes-Donson:

Afirma que el rendimiento aumenta con la excitación fisiológica o mental, pero solo hasta cierto punto. Cuando los niveles de excitación se vuelven demasiado altos, el rendimiento disminuye.

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